sábado, 15 de junio de 2013

ATAQUE AL CARTERO Serapio regresó a su casa y no cambia su amor por los perros

Serapio Lavayén (63) afirma que ni bien se recupere volverá a las calles. Desde hace 42 años que trabaja como cartero y no quiere aflojar. El drama que vivió no cambió en nada su amor por los perros. "Fue tu gente la que me hizo ésto", le advierte a su perro, Tobi, mientras señala las cicatrices.
Su esposa, Raquel Oporto, sonr'íe. Está contenta de tener de vuelta a Serapio en el hogar, ubicado en el barrio 154 Viviendas de esta ciudad.
Serapio recibió el alta médica el jueves al mediodía. Ingresó el sábado por la tarde en el Sanatorio San Carlos tras sufrir un feroz ataque de un ovejero alemán y un dogo que actuaron en jauría.
Cuenta que los sorprendieron en la calle Peru al 200 de Dina Huapi. No alcanzó ni a dejar la boleta de agua en el buzón del dueño de los animales. Dijo que el ovejero atacó primero y luego se sumó el dogo. Su relato estremece. Más aún, cuando indica las heridas en su cuerpo que dejaron cicatrices que impresionan y hasta una fractura en su antebrazo izquierdo. Las heridas demandarán varias semanas de cuidados.
"No me dieron tiempo de nada", cuenta. Un vecino salió a auxiliarlo que a los gritos alejó a los perros. El dueño de los animales lo llevó hasta el Sanatorio San Carlos. "Sentí que se me durmió el brazo y perdí mucha sangre", relata.
Después no recuerda nada. Serapio estuvo desde el sábado por la noche hasta el martes al mediodía en la terapia intensiva, donde estuvo con asistencia respiratoria.
Serapio habla con dificultad porque tiene heridas en su boca. El dogo le mordió el cuello y por fortuna no alcanzó la aorta. "El dogo no afloja más", explica Serapio.
Mientras relata el drama que sufrió, su perro lo acompaña en el sillón. Tobi está con la pareja desde hace 4 años. Raquel afirma que es el regalón de su marido.
Serapio sostiene que todo cambió. Que el oficio de cartero es cada día más duro. "Antes la gente deja la puerta abierta y uno les daba la correspondencia. Ahora no te dejan entrar ni a los edificios, porque parece que uno molesta", comenta.
Lamenta, con picardía, que en las casas de alto poder adquisitivo ya no hay empleadas para charlar como antes. Y con ironía explica que los perros ladran cuando llega a un domicilio "porque les traigo puras cuentas a los dueños".
De Bariloche Rionegro.com.ar