domingo, 22 de julio de 2012

Los zorros matan las pocas ovejas que les quedan

 VIEDMA (AV).- La prolongada sequía y la ceniza volcánica han dando uno de los golpes más fuertes a la economía ovina de la Línea Sur. A los pequeños productores los dejó más chicos y ahora a la cuestión climática se le sumó la presencia del zorro cada vez más numerosa, amenazando con aniquilar los rebaños. Esta crisis desatada por los vaivenes de la naturaleza encuentra a esos productores -que heredaron esa hostil tarea con el valor agregado del amor por la tierra- mayores y con problemas de salud en su gran mayoría.
Los jóvenes ya no miran al campo con esa pasión, con ese deber de continuar. Buscan otras oportunidades que al menos aseguren un ingreso fijo y ya casi no hay reemplazantes. Los campos quedan solos con pocas ovejas, la lana en los galpones con kilos de ceniza encima y a bajo precio. Los caminos cada vez más intransitables con enormes piedras que funden cubiertas y viejos motores. Y para colmo de males los zorros que matan hasta nueve ovejas por noche.
"Nos quedan las trampas colgadas porque ni siquiera está el incentivo de un valor para la piel del zorro que hasta sería una posibilidad de ingreso para que la gente volviera al campo", aseguró Julián Martínez productor de Maquinchao.
Recordó que en años anteriores entre mayo y agosto "entrampábamos hasta 100 zorros grises y supimos vender hasta 500 cueros". Ahora la piel no vale nada y ante los daños que producen la opción de la mayoría es el veneno para tratar de salvar las pocas ovejas que quedan, con el enorme riesgo que esto significa en todo sentido.
"Son bravos estos años" asegura el productor con la mirada perdida como recorriendo -a pesar de la distancia- ese campo que conoce como la palma de su mano. "La ceniza limó los dientes de las ovejas hasta quedar como si fueran animales viejos y no se pueden alimentar. Los campos solos y si querés llegar hacés de cuenta que no hay camino, entre las piedras con partes intransitables que hasta ganas de llorar te da", lamentó Martínez. Su campo en Carrilauquén se encuentra a 50 kilómetros de Maquinchao. Con su vieja camioneta tarda dos horas en llegar, abriendo más de 13 tranqueras sin guardaganados, con la garantía que el viaje significará perder alguna rueda.
"A los 72 años es difícil despegarse de toda una vida allí", aseguró al recordar la pequeña quinta lograda al lado de la casa, los duros inviernos con nieve hasta el metro 20 y cinco en las bardas con animales enterrados que salvó a pulmón. "La lana que cosechamos fue de buena finura pero la ceniza malogró todo".
Fuente:Ríonegro.com.ar